Hay áreas que nosotros conocemos (verde y roja) y áreas que desconocemos (naranja y gris).
Estás áreas son flexibles y depende de las comunicaciones que cada uno mantiene con otras personas.
Aunque no nos demos cuenta siempre estamos emitiendo información sobre nosotros mismos y las personas que la reciben la procesan y elaboran sus propias conclusiones. Como se trata, por nuestra parte, de un proceso espontáneo es muy difícil que tomemos consciencia de lo que vamos poniendo en conocimiento de los demás ya que en muchas ocasiones se trata de mensajes puramente gestuales o muy sutiles.
Existe una zona pública en la que la información que circula es compartida libremente con los demás. Todos tenemos la misma información y somos completamente conscientes de ello.
Cuando la información solo es conocida por nosotros estamos en nuestra zona secreta, la más íntima y personal. Los demás desconocen por completo lo que allí se cuece y nos encargamos con esmero de que así sea.
En estas dos zonas tenemos controlada la información que emitimos y la compartimos en función de nuestras apetencias o decisiones.
Pero los demás nos ven y nos observan y sacan sus propias conclusiones, y por la razón que fuere no nos devuelven la información. Estamos en nuestra zona ciega. Aquí la información está fuera de nuestro control, es zona peligrosa porque pueden salir a la luz cosas sorprendentes sobre nosotros que cuando nos las cuenten nos pueden dejar muy sorprendidos y no siempre de manera positiva. Poder mover información desde aquí hasta la zona pública nos devolverá el control sobre una parte muy importante de nosotros.
Finalmente emitimos información que no controla nadie, es nuestra zona desconocida, se puede tratar de talentos que todavía no hemos descubiertos o de comportamientos que sólo se dan en determinadas circunstancias que aún no han sucedido. En la medida que avanzamos por el camino de la vida y nos vamos conociendo mejor la información de esta zona se sitúa en alguna de las otras
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